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Imagen gentileza de Betts Castro |
El temido agosto se
manifestó prolíficamente en mi agenda, invitándome a tres diferentes despedidas,
primero la muerte planificada que nos envolvió entre rancheras, rezos, aplausos,
brindis y rencuentros, guion elaborado por la tía que nos condujo a la montaña
para cultivar vida, entregar su esencia al mundo libre y en juramento llevarse
a la abuela, quien una tarde levanto la mollera, miro el sol y se desvaneció en
anciana sabiduría de caminatas en buena compañía. Repentinamente surge la
muerte inesperada, la del amigo de pocas palabras y grandes ideas, quizá incomprendido
por introvertido, pero fascinantemente inteligente, nos extendió una invitación
al desierto para tratar de comprender este complejo ciclo.