domingo, 18 de enero de 2015

Con o Sin Dios.

Esa noche el frío sólo atravesaba la carne, pero no los huesos. La lluvia dejaba caer sus últimas gotas, pero las nubes solo parecían dar una tregua al vendaval, mostrando su determinación de permanecer ahí y terminar la labor para la cual se habían reunido. En ese instante, una solitaria luz, antes difuminada por el agua,  reaparece en la cima de un pequeño cerro en el valle, iluminando una imagen que parece levitar  en la oscuridad, dándole el nombre al Cerro de la Virgen .

Así transcurrían algunas noches en Los Andes, en una época en que sentíamos que el mundo era mas extenso, cuando las espigas colgaban de las puertas del vecindario y cantábamos las canciones de los misioneros en la escuelita mas lejana en la montaña, cuando el polvo en los zapatos no era un problema y  caminar a la orilla del rio resultaba emociónate. Cuando todo era más simple.