Esa noche el frío sólo atravesaba la carne, pero no los huesos.
La lluvia dejaba caer sus últimas gotas, pero las nubes solo parecían dar una
tregua al vendaval, mostrando su determinación de permanecer ahí y terminar la
labor para la cual se habían reunido. En ese instante, una solitaria luz,
antes difuminada por el agua, reaparece
en la cima de un pequeño cerro en el valle, iluminando una imagen que parece
levitar en la oscuridad, dándole el
nombre al Cerro de la Virgen .
Así transcurrían algunas noches en Los Andes, en una época en que
sentíamos que el mundo era mas extenso, cuando las espigas colgaban de las
puertas del vecindario y cantábamos las canciones de los misioneros en la
escuelita mas lejana en la montaña, cuando el polvo en los zapatos no era un
problema y caminar a la orilla del rio
resultaba emociónate. Cuando todo era más simple.
Castigamos a judas y a cambio obtuvimos sus monedas, mientras
termina de quemarse colgando de la cuerda que lo ata a su pecado. De vuelta en
la ciudad, temerosos de Dios asistimos a misa los domingos, cumpliendo con el
rito y sirviendo como acólitos que entregaban el cuerpo y la sangre de Cristo a
los arrepentidos feligreses en “Los Pasionistas”. Pero las horas pasan lento y
la alta torre con su poncho de cobre adolece del ritmo de la naturaleza. Los
libros y las religiones se multiplican y la explicación de un mundo concebido
por Dios repentinamente se convierte en una ficción que alimenta tradiciones,
dando paso a un big bang de colores y un dinámico proceso evolutivo que brinda las respuestas que buscamos.
Con los años desfilan frente a nosotros diferentes credos y
religiones, todas con su propia verdad, algunas grabadas a fuego por dioses que comparten los
mismos atributos en diferentes épocas, culturas y lugares, despertando una
curiosidad que cruzó el umbral de templos sin imágenes y otros por el contrario, donde estas
conducen al paraíso de un creador que usa pinceles y pigmentos y que llamamos
artista. Otros nos transportan a una
época donde cuesta imaginar como erigieron las estructuras que aun sostienen
algunas creencias y tradiciones, desde la Pirámide del Sol a Stonehenge.
Mientras, en la pequeña cima andina, la tormenta vuelve a difuminar
la figura de la virgen, como las religiones a la razón.
Estas ideas y experiencias me han llevado a pensar en una sociedad
inclusiva, donde la verdad no sea propiedad de dioses, santos ni profetas,
donde el fanatismo religioso permanezca lejano, para que cuando escampe podamos
disfrutar de la delicada armonía de la vida
en la tierra.
Franco Contreras
18/01/2015
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