Foto elaboración propia,
(Mexico, Chiapas Plaza San Cristobal de las Casas. 2016)
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Sentado en una plaza de Chiapas, México, escucho como las marimbas endulzan el aire, observo los
niños correr alegres alrededor del quiosco (pérgola), las familias disfrutar de
la tarde, los turistas encantados con la belleza del lugar y por un instante sentí
la grata sensación de ser transportado por el entorno a mi propia infancia. Recuerdos
de jugar cuando había que hacerlo, limitado solo por el almuerzo, la escuela y
la hora de dormir. Mis sentidos se posan nuevamente sobre las marimbas, comienzo
a reconocer dignidad, alegría y frustración en los rostros que de pronto se
tornan en niños vendedores ambulantes y lustra botas que no son la
mercantilización de los sueños de kidzania, sino la expresión dolorosa del
contraste entre los afortunados que aprendieron a jugar y los olvidados que
solo lo hacen cuando la naturaleza de ser niño supera la necesidad de aportar
al sustento de sus hogares.
Foto elaboración propia, (Mexico, Chiapas Plaza San Cristobal de las Casas. 2016) |
Súbitamente se activa el automático del sistema que inicia la reconstrucción
de la presencia infantil en las calles y plazas de mi memoria. Me descubro un
verano en los “paraguas” de calle Esmeralda en Los Andes, mirando los pies
descalzos de un niño que mendiga con su madre a finales de los 80tas. Sorpresivamente
aparecen imágenes de niños y niñas descalzos junto a su madre vendiendo
artesanías en Iguazú, pregunto sus
nombres y su lenguaje corporal muestra vergüenza, como si su nombre indígena
estuviera prohibido, la misma reacción tiene la joven aborigen que vende
pulseras en Campeche, en ambos casos prefieren responder con un nombre español
en lugar del que su ascendencia les concedió.
Foto elaboración propia, (Mexico, Chiapas Plaza San Cristobal de las Casas. 2016) |
Foto elaboración propia, (Mexico, Chiapas Plaza San Cristobal de las Casas. 2016) |
Foto elaboración propia, (Mexico, DF Frente palacio de Bellas Artes. 2013) |
Vuelven los juegos infantiles a Colonia del Sacramento con el Rio
de la Plata como telón de fondo. Me veo corriendo por los cerros de San Esteban
junto al montón de primos que la vida me entrego. Tropiezo y caigo, trato de
erguirme, pero el dolor indica lo contrario, instintivamente mis ojos se posan
sobre una rodilla que mezcla sangre y tierra, levanto la mirada y el escenario
es distinto, hay un chamaco que canta rancheras arrodillado por el peso de un
acordeón que emana melodías gracias a sus pequeños y agiles dedos a pocos metros
del palacio de Bellas artes en México DF. Los pibes famélicos en la Argentina
del 2001 y el sufrimiento de los niños mapuches violentados por la policía en
sus hogares hoy en Chile, contrastan indefectiblemente con las carreras entre
risas frente a la catedral de la Habana.
Cada uno de nuestros niños del pasado y presente se convertirán en
los adultos del futuro, envueltos en una inverosímil diversidad de realidades
que conviven al mismo tiempo en distintos lugares, generando un "gap" constante, un espacio
vacío, que me recuerda una conversación en la que pude visualizar un mundo inmerso
en una diferencia que empuja hacia el equilibrio, lo que en justicia social debería
conducirnos a la equidad, para que nuestros niños se desarrollen en igualdad de
condiciones.
Foto elaboración propia, (Cuba, Habana Vieja Plaza La Catedral. 2016) |
Franco Contreras
24/07/2016
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