lunes, 24 de junio de 2019

Papás en el país de nunca jamás

Imagen elaboración propia 
Me llama la atención cuando observo las redes sociales y veo hijos, padres y madres eternamente agradecidos, iluminados unos con otros y reconociéndose todos como los grandes amores de sus vidas.

Hijos (as), que clasifican a sus papás como el hombre o mujer de sus vidas y que agradecen el hecho de que hayan sido y sigan siendo sus guías o gurús. Por otro lado encontramos a los mismos hijos (as) dejando en claro que sus propios hijos son la luz que ilumina sus caminos, sus salvadores y que les enseñan a ser mejores personas.

Yo me pregunto, ¿en qué momento los adoradores de padres e hijos asumen la responsabilidad sobre sus propias vidas?, entre tanto guía, gurú y luminarias me pierdo. Recordé con pudor la célebre frase, “vive de tus padres hasta que tus hijos puedan mantenerte”, pero esta vez aparentemente se amplía el alcance desde una dependencia material, hasta una emocional.


Puedo inferir que muchos han optado por mantenerse como carga emocional de sus padres, mientras sus hijos crecen para adoptar ese rol, pero ¿en qué momento asumen sus propias vidas?, ¿no se supone que los padres guían a sus hijos hasta cierta edad, que está entre la niñez y la adolescencia , para luego después en la adultez, si es que tienes hijos, hacerte cargo tú de guiarlos?, Si no entonces, ¿para qué sirven los adultos?.

El resultado aparente son jóvenes desadaptados no responsables ni si quiera de su cuerpo, ya que a sus  padres y madres todo lo que les pasa, siempre alguien o incluso el entorno, es el culpable de logros y no logros, ahí es cuando aparece el “yo no pude tener o ser por que mi padre bla bla bla... , es que “el país donde vivo no hay bla bla bla

Creo que parte de la insolencia de las nuevas generaciones, la hemos generado nosotros mismos, al dejarlos ser, al no poner límites, al dejar que hagan con nosotros lo que quieran y ser lo suficientemente ambiguos como para no generar ningún atisbo de autoridad. Somos la generación de los papás pusilánimes. Quién respetaría a un pelmazo que llora porque lo que no ha logrado en la vida es producto del país, la educación que recibió o porque los papás no le regalaban el regalo que quería en navidad, o le pegaron un par de charchasos. ¿Si entregamos la batuta a los “cabros chicos”, porque habrían de respetarnos?. Los hemos transformados en pequeños reyezuelos sin trono ni reino, que solo habitan en los parajes de fantasía que brinda la imaginación de los papás que perdieron su brújula en nunca jamás.

Franco Contreras
24/06/2019

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