Imagen gentileza de Bettiana Castro |
Esa noche la radio envolvió los sueños en armonías de suspenso y
espanto, solo había lugar para el miedo y ninguna certeza de su origen,
repentinamente resonaban tambores que al vibrar dejaban la sensación del abismo,
me levanto aterrorizado, me pellizco y zamarreo para despertar, intento apagar
la horrible música que se hace insistente, como antesala de algo terrible, pero
los intentos son en vano, tampoco puedo
encender la luz, mis dedos rebotan en el interruptor, con dificultad bajo las
escaleras, atravieso la sala y logro abrir la puerta para ir en busca de
vecinos, atravesado el umbral grito a todo pulmón… ayuda!!!!!!, pero me doy
cuenta de que todos los sonidos son propiedad de la radio, usurpando incluso mi
voz, el pánico se apodera de mis movimientos,
entre espasmos y rodillas temblorosas doy algunos pasos y logro ingresar
nuevamente a la casa, frente a mi aparece la silueta de un hombre pequeño con
cuernos que lentamente abre sus
ojos rebosantes de maldad, cuando estuvieron completamente abiertos la criatura
en un desplazamiento casi instantáneo se posiciona al final de la sala y con
una sonrisa irónica desaparece a través del muro, en ese mismo momento una
fuerza desconocida me transporta velozmente a mi cuerpo que entra en conciencia,
despierto y apago la música demoniaca, transmitiendo automáticamente una
ansiada calma, que solo es interrumpida por un poco de polvo que cae desde el
techo y choca con mi cara, despierto nuevamente, el temor se apodera de mi otra
vez, me levanto e intento salir de la habitación, pero la puerta esta cerrada y
repentinamente el techo cae sobre la almohada, acierto en el giro necesario para que el pestillo de la chapa me deje salir
corriendo escaleras abajo, para tropezar con el gato en el ultimo peldaño, azotar mi cabeza contra el piso y luego despertar nuevamente en mi cama.
Franco Contreras
14/02/2015
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