domingo, 6 de noviembre de 2022

“We care a Lot”

Imagen, elaboración propia

 Para el lado que se mire y en cualquier conversación que se participe, hoy en Chile, el tema gira en torno a la inseguridad, en todo ámbito, económica, social, y hasta de supervivencia. Experimentamos momentos de conmoción social, tan profundos y violentos, que atraviesan a toda la población, como neutrinos a los que no les importa nada ni nadie.


Se han desatado fuerzas muy difíciles de contener; inflación, desconfianza, delincuencia, pestes y la guerra que por ahora esta contenida en un lugar especifico del planeta, lo cual nos protege de sus efectos inmediatos, como que estalle un misil en el living de nuestras casas o vuele por los aires un puente, junto a nuestros pedacitos de humanidad. Todo lo demás genera impacto en nuestra vida diaria.



Quizás el neoliberalismo desreguló hasta nuestros patrones de conducta básicos para la vida en sociedad, desde un auto que adelanta en doble linea continua en la carretera, hasta el delincuente que empuña un arma contra otro ciudadano. El orden, cualquiera sea el tipo, está dañado. Por ejemplo, las zonas rurales, que generalmente se ven a si mismas como pobres, inconscientes de que quizás vivían en una burbuja de aire limpio y buena calidad de vida, pero con un procesador “lentium”, añorando los beneficios de una agitada vida en la ciudad, no percibieron el precario equilibrio sobre el cual se sostiene la urbanidad.


La vida rural también se debe a un equilibrio, uno mucho más relacionado con la naturaleza, pero que está siendo alterado y no estoy hablando de cambio climático, ya que ese cambio ya sucedió, es decir, es pasado y solo nos queda adaptarnos, mitigar y/o morir. La nueva alteración que experimentamos en el mundo rural se debe principalmente a los visitantes irresponsables, que evocan derechos, pero no deberes, y en algunos casos, los nuevos residentes o los viejos con nuevas costumbres, que se aburrieron de caminar bajo la luz de las estrellas o ser asustados por un tucúquere, para dar paso al alumbrado publico, y así sentirse más “seguros”, lo cual desde una ciudad iluminada con mucha más probabilidad de ser asaltado resulta llamativo.


En ocasiones es inverosímil la desconexión entre el discurso y lo que se hace en relación a la convivencia rural, ya que se realizan obras y actividades sin consulta a las comunidades, desestimando procesos de comprensión del entorno, como por ejemplo, el descanso del campesino que estuvo regando en el turno de noche, la distribución del mismo y la natural y necesaria conexión entre que las propiedades. 


Quizás la incapacidad de ver al otro y utilizar la severidad adecuada para el cumplimiento de normas de convivencia escritas y no escritas, más la promoción del individuo ideal, como un ser autosuficiente, inmaculado y sublime que no quiere problemas con nadie, nos conducen a una deshumanización que atenta contra el desarrollo de la propia especie humana.




Franco Contreras 

04/11/2022

No hay comentarios:

Publicar un comentario